Valentino Rossi, el santo

Valentino Rossi, recientemente galardonado con la Gran Cruz de la Real Orden del Mérito Deportivo e ídolo de millones de españoles, nació en un pueblo italiano al pie de las montañas. O puede que no, porque en realidad se desconoce la fecha y lugar de su nacimiento, hecho que sus fervientes seguidores han ocultado con extremo celo en el ánimo de acrecentar su leyenda.

Bautizado, confesado, comulgado, confirmado y felizmente casado; de joven, Valentino Rossi acudía siempre a misa los domingos para rezar por la paz mundial y la convivencia pacífica entre partidarios de diferentes religiones. Delegado de clase desde parvulitos, empezó a hacer proselitismo de su causa desde bien pequeño. Pronto surgieron grupos organizados de rossistas que lo animaban cuando ayudaba a los ancianos a cruzar la calle o cuando obraba milagros en la recuperación de enfermos y lisiados. De ahí el sobrenombre de “il dottore”.

El amor por las motos también le viene de lejos, de cuando repartía alimentos entre las clases menos favorecidas subido a una Vespa. Por aquel entonces, cuando cometía alguna imprudencia –hecho que enseguida le confesaba al obispo de su diócesis–, lo hacía para llegar antes de que los necesitados fallecieran de inanición. Igualmente, cuando años más tarde, en el circuito, derribó sin querer a algún que otro piloto –hecho que también confesaría rápidamente al obispo– lo hizo por llegar a la meta lo antes posible y permitir, así, que a su madre le diera tiempo de verle llegar antes de acudir a misa de doce. “Si no, no se iba tranquila la pobre” –confesó en algunos medios. Y pensar que entonces algunos le tacharon de insensato…

Desde 2009, año en el que se apuntara su último campeonato, se encuentra participando en una misión humanitaria en Sierra Leona, dejando a un doble amigo suyo, clavado al verdadero Valentino, al frente de la Yamaha, moto con la que ha estado a punto de proclamarse campeón del mundo en 2015. Ante los insultos dedicados a su amigo por parte de la prensa española en los últimos meses, el verdadero Rossi se ha visto obligado a regresar para salir en defensa de su doble y de su actuación en Malasia, donde al parecer le propinó una patada a Márquez para que dejara de hacer locuras. “Algunas enseñanzas duelen –comentó el verdadero Rossi de vuelta de Sierra Leona– creo que mi doble ha actuado de manera correcta, a los niños hay que darles educación”. Igualmente, ante toda la polémica surgida ha decidido tomar de nuevo las riendas de la moto para intentar proclamarse campeón del mundo por undécima vez aprovechando la madurez que le han otorgado estos seis años en contacto con el lado más triste, y a la vez más humano, de la vida.

“Será santo” –proclamó el presidente del Consejo Superior de Deportes, Miguel Cardenal, en el acto de entrega del galardón antes mencionado. No dejará de serlo, desde luego, por ausencia de milagros.

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