Salvado por la campana

Esta misma tarde me escribía una amiga, una mujer impresionante de espíritu siempre adolescente, preocupada por mi prolongado silencio en este y otros foros. Estaba a punto de responderle, para tranquilizara de alguna manera, diciendo que únicamente me faltaban el tiempo y la energía necesarias para comunicarme por escrito, para traspasar las fronteras de lo residual y dejar unas cuantas líneas impresas en la red, esperando ser trituradas por el olvido y la indiferencia, las papeleras de nuestro siglo.

 

Pero entonces un tuit me recuerda que han pasado 33 años desde el estreno de Aquellos maravillosos años, serie cuya cabecera, que consistía en una sucesión de estampas familiares reproducidas en una grabación casera aliñadas con el With a Little help from my Friends en la voz rasgada de Joe Cocker, era capaz de emocionarnos sin que por entonces llegáramos a comprender nada. Con esa serie creció mi hermano. Con esa serie crecí yo, mirando a mi hermano.

 

Y poco después irrumpe la noticia de la muerte de Justin Diamond, Screech en Salvados por la campana, aquella serie que pasaban en Antena 3 por las mañanas y con la que fuimos adolescentes antes de ser simplemente críos. Y si en el colegio unos pocos aspiraban a ser Slater, y tener sus músculos y su carisma, y otros pocos a ser Zach, y tener su cara dura y su ingenio, todos los demás, aunque entonces no lo supiéramos, o lo negáramos, éramos Screech, el chico inteligente, poco sociable y extremadamente bueno que se granjeaba el respeto de los tipos populares cayéndoles gracioso o accediendo a un sinfín de favores para complacerlos.

 

Pero Screech era divertido y perspicaz, valores que cotizan al alza con el paso del tiempo. Y poco a poco fue madurando, matizando sus aportes graciosos y sacándole partido a su particular inteligencia obsesiva, a su observación atenta de todo cuanto había alrededor. Screech había pasado tanto tiempo escuchando que conocía a todos los personajes de la gran comedia humana que está en continua representación, en todos los medios e idiomas posibles. Observar, escuchar y aprender es otra manera de llegar al punto de destino. No es siempre necesario errar una vez tras otra. Ni siquiera fracasar mejor.

 

Screech se lo montó mejor que Justin Diamond, persona encarnada en personaje, incapaz de superar aquel reparto, aquella serie, aquellos “maravillosos años”. Tanto que nunca supo desprenderse de aquellas camisas de estampados a cual más hortera. Ni de aquellos rizos o aquellas conversaciones deliberadamente ridículas en el intento de alimentar el estereotipo. Justin Diamond cayó repetidamente en el vicio de airear lo privado, de rebañar los restos del pasado y rebozarse en todo aquello, sin medir las consecuencias. Y ahora un cáncer se ha llevado a lo que quedaba de él, esta pobre muda con la que seguía realizando las funciones vitales básicas: en su caso comer, dormir y soñar cada día con una serie que lo condenó al estrellato y al embalsamamiento.

 

Descanse en paz, y doblen por última vez las campanas en honor de Justin Diamond y su inmortal Screech.

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