Intimidante

“Cuando dos macacos son introducidos en una jaula pequeña, miran al aire, al suelo o a algún punto imaginario fuera de la jaula”.

(Dario Maestripieri, Universidad de Chicago)

Nadie conoce a nadie. Solo son rostros sudorosos recién llegados de los suburbios, la prolongación de una cartera de mano que acarrean sin preguntarse nunca por qué lo hacen; almas que soportan la angustia de haber soñado morir por un atentado en un rascacielos del Lower Manhattan.

Solo ella es consciente de este hecho. Tal vez porque no trabaja allí y acude exclusivamente a divertirse, renunciando a ir al gimnasio con sus amigas. Su horario favorito es el de las once de la mañana, cuando las trajeadas abejas ocupan ya su lugar en la colmena y los guardias de seguridad se distraen con las páginas de la prensa deportiva. A esa hora el ascensor nunca viaja completo. A mediodía, los viajes verticales son más íntimos.

Su modus operandi es simple. Escondida en un recoveco del vestíbulo y, aparentemente absorta en la lectura de una revista para mujeres, otea la puerta giratoria que da acceso al edificio esperando la llegada de algún hombre atractivo. Predominan, sin embargo, los señores casados, rollizos y arrugados, y solo de vez en cuando se deja caer algún soltero de hombros anchos, piel tersa de tonos dorados y  amplia sonrisa.

Cuando esto sucede, activa su mecanismo de emergencia y camina rápido hacia el elevador. En ese encuentro, que viene a durar quince segundos, fija agresivamente su mirada en los ojos del chico y observa cómo estos no son capaces de elevarse más allá de la punta de sus zapatos, se distraen con las manchas del techo o con las advertencias de seguridad impresas en una pegatina: “1500 libras de capacidad”. Desde su esquina del cuadrilátero anota una nueva x en la agenda mientras comprueba cómo las gotas de sudor comienzan a acumularse en la frente de su compañero de viaje.

Y no puede contener una carcajada de júbilo cuando, alcanzada la planta de destino, el chico abandona trompicado el ascensor con una crisis de pánico. Él, que solo quería pasar inadvertido.

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