A vueltas con la paternidad

Que el Día del Padre en España coincida con la onomástica de San José revela, sin duda, que la paternidad es un suceso biológico y natural, pero también un hecho cultural y el ejercicio de una responsabilidad que evoluciona al ritmo en que lo hacen las sociedades, sus códigos morales y sus principios organizativos. Si el fin último del animal varón en el reino animal es reproducirse tanto como pueda para legar su código genético y garantizar la continuidad de la especie, en las sociedades occidentales, al menos, este deseo primitivo debe verse limitado y reconducido por el bien de los estados y de los propios individuos, llamados no solo a la reproducción y el legado genético, sino también al cuidado y la educación de los vástagos.

Esto me lleva a preguntarme si la decisión sobre la paternidad es egoísta o altruista, egocéntrica o fundamentalmente generosa. No sé si quien concibe o ayuda a concebir un nuevo ser humano lo hace con un móvil fundamentalmente dadivoso o si, por el contrario, además de garantizarse la descendencia, tal vez unos cuidados futuros, viene a procurarse un sentido y una finalidad, un necesario giro de guion para sus vidas en el ánimo definitivo de sentirse útil: ser esencial para alguien.

Nuestra condición de seres de «usar y tirar», de «mantener con vida solo mientras consuma y vote por nuestro partido» nos conduce a una profunda insatisfacción. La concepción de las relaciones como un acuerdo contractual (así ha sido siempre, no nos engañemos) y  la mercantilización de sentimientos que debieran ser tan profundos como la amistad invitan al hombre (y a la mujer) a la fundación de un vínculo que durante años permanecerá incorruptible, que durará mientras dure el desvalimiento del hijo y que se prolongará con su posterior agradecimiento, aunque entre ambos estados medie la rebelión propia del adolescente (y cada vez se es adolescente durante más tiempo).

¿Tú también, hijo mío? Quien más quien menos, ahora que apenas hemos transitado por el idus de marzo, recuerda esta frase adjudicada a Julio César y destinada a Bruto, su hijo adoptivo. La paternidad no está exenta de riesgos y con las nuevas fórmulas de familia o comunidad y la difícil compatibilidad con la economía de consumo y el monocultivo del trabajo es cada vez más complejo desarrollar algo así como una paternidad responsable, presencial y humana. En cualquier caso, nada elimina el riesgo de que mensajes externos, ajenos al núcleo familiar, alimenten el deseo de huida y revolución, los planes de aniquilación del vínculo, tal vez la mayor y más dolorosa de todas las traiciones posibles.

Hace dos días vi junto a mi pareja La virgen roja, un experimento de eugenesia que intenta llegar, por reducción al absurdo, a la respuesta sobre la gran cuestión: en qué momento un ser humano se emancipa del proyecto que fue y siempre será para sus padres. En fin, somos lo que en gran medida hemos sido sin darnos cuenta, unos cuantos ademanes adquiridos por imitación, el producto de los libros que leímos porque estaban en la estantería, también de los que no leímos porque no estaban. Somos todo eso y, siempre que haya habido un intento noble, generoso, interesado y desinteresado al mismo tiempo, debemos estar agradecidos y hacernos cargo de la autonomía con que, sin dejar de portar esa mochila, podemos desenvolvernos.

Pero reconozco que me da miedo llenar esa mochila, decidir por alguien cuáles van a ser las manzanas por las que caminará para llegar al colegio y que asumirán como su mundo (eso si puede llegar caminando), cuál su entorno y cuáles esas vivencias primordiales que quedarán grabadas en su psique antes de que pueda pensarse a sí mismo, optar, o no, por una religión, por una inclinación sexual o política. Me da miedo ver mis ojos en otros ojos por si algún día lloran mi pérdida, mi ausencia prolongada, mi enfermedad o mi locura. Y concluyo, por tanto, que la decisión sobre la paternidad puede ser egoísta o generosa, responsable o irresponsable, pero, al mismo tiempo, por poco razonada que esté, valiente y necesaria.

2 Replies to “A vueltas con la paternidad”

  1. Muy interesante el artículo y creo que estoy de acuerdo con la mayoría de las cosas que comentas pero estaría bien tener también presente, quizá en un artículo el día del hijo –que veo ahora en Google que se celebra el 1 de enero– la perspectiva de la persona arrojada al mundo y que raramente es algo que los padres contemplan con esa visión. Creo que no estaría de más que al menos los potenciales padres leyeran «El dilema humano» de David Benataar y dieran una respuesta clara, aunque quizá sea completamente erronea desde nuestra limitación humana, a lo que plantea el filósofo sudafricano antes de «obligar a alguien a nacer» o «dar a alguien el increíble regalo de la existencia».

    1. Pues es interesante, claro, y seguro que hay padres y madres que lo tienen en cuenta. No en vano son los hijos e hijas de otros padres y madres, aunque muchos lo olviden. Pero claro, el impulso de la paternidad/maternidad suele proceder de una visión optimista de la existencia que anula el raciocinio. Obviamente, todas nuestras decisiones afectan a terceros y esta, tal vez, más que ninguna otra.

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