Silencio

Recluida en el pozo seco, pronto se callará. Lamenta no haber muerto en la caída, le escuecen las heridas de las alas y apenas es capaz de reconocer el color de su plumaje. La joven lechuza se estampó contra un cactus cuando soñaba, despierta, con salir en las noticias y compartir portada con políticos, deportistas y modelos. La culpa la tuvo su madre, pobre de solemnidad, cuando a propósito de su buen apetito, y pensando que arruinaría a la familia, la llamó Hambre. “Con este nombre nadie me escuchará”, pensó, y entonces, abatida, poniéndose cómoda en el fondo del pozo, la lechuza dejó de ulular.

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