¿Qué sostiene Pereira?

Sostiene Tabucchi que culminó las correcciones de su obra Sostiene Pereira un 25 de agosto de 1993, una fecha importante para él por ser el cumpleaños de su hija. Precisamente, la novela narra el acontecimiento de un personaje lejanamente inspirado en un periodista portugués que conoció en París y que trabajó durante los momentos más duros de la dictadura salazarista. Un personaje viudo, católico y afectado por una severa dolencia cardíaca que rejuvenece de la mano de un joven periodista italiano que se dedica a alistar combatientes para el bando republicano en la Guerra Civil española en un momento de severo repliegue nacionalista y de reforzamiento de las posiciones germanófilas en Portugal.

Sostengo yo que Sostiene Pereira es una obra sencilla, modesta, de una simpleza que explica por sí sola el oficio de escribir. La novela, poco más larga que una nouvelle, es una acumulación de aciertos. En primer lugar, es una novela de atmósfera que rezuma sudor, que asfixia al lector situándolo en aquel mes de agosto de 1938 en el que la falta de aire no provenía solo del húmedo calor lisboeta, sino también de la persecución que sufrían todas las almas libres de la época. La ciudad se convierte en un personaje hasta el punto de que en mi reciente viaje a Lisboa sentía haber estado allí antes, en un momento crucial de su historia.

Pero es también una novela de personaje que, en forma de crónica y tono de confesión, utiliza una primera tercera persona en la que el propio Pereira se ocupa de mover la cámara prestándonos su visión de la vida y fundamentalmente de la muerte. En ningún momento llegamos a saber más de lo que él sabe. En ningún momento nos despegamos de su camisa, nos apeamos de su prominente barriga y en más de una ocasión nos echamos una mano al pecho para comprobar el pulso de su corazón, que es también el nuestro. Contra todo pronóstico, su escaso carisma, su torpeza física, al borde del patetismo, y su resignado cinismo nos enganchan a un personaje que no querríamos como abuelo, padre, ni siquiera tío o cuñado, pero sí como amigo o confidente, especialmente en un momento de apuro.

Sostiene Pereira es también una novela de secundarios. El doctor Cardoso, el Padre Antonio, el director del periódico, la tal Marta, o como se llame la activista que se acuesta con Monteiro Rossi, el hijo al que Pereira adopta en un momento de tribulación. Las porteras del edificio y la redacción, el camarero del Café Orquídea, asiduo a la radio británica, el único canal de acceso a las noticias en el país.  De la mayoría desconocemos sus rasgos físicos, pues la novela no es prolija en descripciones, pero de todos somos capaces de tener un par de intuiciones más o menos acertadas que los hacen reales, tangibles.

Estamos también ante una obra que no para de reflexionar sobre la constante y sutil, a veces no tanto, presencia de la muerte. También, como complemento a lo anterior, sobre el sentido de la vida y el verdadero valor de la corrección en el ejercicio del oficio, o del amor, o de la amistad, en fin, en lo oportuno, o no, de hacerlo todo comme il faut. La conclusión, creo, es que el paso del tiempo nos hace expresarnos al respecto de esta dimensión inasible con lamentos de todo tipo. Incluso aquellas arengas optimistas nos advierten de su finitud y nos invitan a la rebelión, por inútil que esta sea (también) y hasta el más pusilánime puede tener su momento de gloria, ese día en el que ya nos dijo Bowie que todos podemos ser héroes.

Y uno termina preguntándose si merece la pena tomar riesgos, acudir a una cita no programada con un desconocido, escuchar fados y cancioncillas nacionalistas para disimular que en el fondo de nuestra alma habita un revolucionario amante de la libertad. O si es conveniente advertirles a las chicas que hablan en la mesa contigua que ese máster que van a cursar solo va a hacer más ricos y felices a quienes se repartirán el dinero de sus matrículas. Pero eso, sostengo, como sostiene Pereira al hilo de muchas reflexiones fútiles, no es objeto de un artículo que solo procura recomendar una lectura, un viaje en el tiempo y en el espacio a la Lisboa de 1938 que es también un encuentro con dilemas morales de plena actualidad, una cita con uno mismo que no siempre habrá de resolverse de la misma manera. Conozcan a Pereira. Conózcanse.

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