Nuestros son

En la correspondencia entre el ermitaño Herman Hesse y el afamado burgués Thomas Mann, las llamadas que ambos hacen al tiempo anterior a la Gran Guerra los trasladan a una dimensión paralela, probablemente inexistente. En ella vivieron tranquilos, al margen de la política que, en el tiempo de aquellas citas nostálgicas, los había arrollado por la vía de los hechos, también a través de un discurso nacionalista y falaz que los mantenía en el exilio, exhibiendo su germanismo en Francia o Suiza.

Hoy juega el Real Madrid en Salamanca, en las pistas del Helmántico donde Javier Sotomayor batió el aún vigente récord de salto de altura, hazaña que inspiró una modalidad paralela que padeció el recién adquirido sofá de casa, cuya vida útil, no es de extrañar, se vio dramáticamente reducida a poco más de veinte años.

También hoy, un amigo, sin necesidad de efeméride alguna, recordó una de las modestas gestas que conseguimos jugando al baloncesto. En el Ángel Nieto de Zamora fuimos jóvenes, estuvimos unidos y ganamos un trofeo en un partido que todos los implicados recordaremos a pesar del alcohol que ingerimos para celebrarlo.

Esta noche juega en Las Gaunas la Unión Deportiva Logroñés, una discordancia gramatical y una refundación de la antigua Sociedad Deportiva, donde jugaba Oleg Salenko cuando Sotomayor batía récords. En la capital de La Rioja el Valencia Club de Fútbol, un hipérbaton y un ave fénix mil veces renacido de sus cenizas financieras, intentará hacer bueno su mayor presupuesto, la lógica del más fuerte.

Todo lo anterior, esta suma de anécdotas biográficas sin importancia, adquiere sentido cuando, al entrar en la cafetería en la que planeaba continuar la lectura de El jugador de Dostoyevski, escucho Cuéntame un cuento, canción que da nombre a un disco de 1991, escrito en Valladolid, cuna de mi primer apellido y del grupo Celtas Cortos, el primero que vi en directo, un mes de septiembre de 1993, en contra de la recomendación materna de descansar (al día siguiente había colegio). Pero no, no nos podrán parar.

Que el sonido característico de este grupo se sumara a la manera tonta en que venía asociando el resto de eventos anunciados para el día de hoy, no explica, en cambio, que de repente quisiera salir de mi boca el lapidario verso del poema Lo nuestro del escritor venezolano Eugenio Montejo: solo trajimos el tiempo de estar vivos.

El tiempo de estar vivos, que es también el tiempo de contar, y contarnos, por mucho que, parafraseando al gran poeta, nuestra sea, únicamente, la emoción del recuerdo, no el recuerdo. La estela de estas palabras, no las palabras, ni el idioma, pero sí los cuentos. Nuestros son.

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