Instrucciones para dar un abrazo

Hace no mucho tiempo, era por todos sabido que, entre dos personas del mismo estatus social, con independencia de la altura de ambos, o de una posible diferencia de anchura o contorno, toda vez superada la primera fase de cortesía y toma de contacto, el saludo protocolario consistía en la superposición de sus dos planos sagitales por acercamiento de sus cajas torácicas (respetándose en todo caso la distancia entre ambas pelvis), el pertinente giro cervical en direcciones opuestas (la ausencia de giro y el choque frontal se encuentran en páginas anteriores de este manual) y la acción simultánea de las extremidades superiores, extremidades cuyas extremidades sí gozaban, en cambio, de cierta capacidad para improvisar, privilegio no siempre bien utilizado, al aproximarse frecuentemente, y sin permiso, a zonas culturalmente consideradas tabú, hecho solo admisible en el ámbito de la pareja, y no siempre.

Las medidas de confinamiento implantadas hace quince meses, y justo hoy revocadas, han derivado en una orden ministerial que nos exige, para seguir siendo merecedores de la subvención, una ampliación del manual del abrazo, nombre cuya etimología no es necesario conocer para deducir la importancia de esa parte del cuerpo situada a la derecha del mismo y que, de un modo natural, salvada la excepción de Bud Spencer, cuelga inerte del hombro.

Para dar un abrazo es imprescindible la activación de dicha parte, a la que, para abreviar, llamaremos brazo. Puesto el codo casi a la altura del hombro, en escorzo definido por la Santa Iglesia como contra natura en encíclica de mayo de 2013, y puesto el codo casi a la altura del hombro en el equivalente de su izquierda, el brazo debe cerrarse provocando la contracción pectoral a la vez que el brazo debe cerrarse provocando la contracción pectoral hasta que brazo y brazo, no confundir uno y otro, se encuentran. Esto si se opta por la opción simétrica.

Si se elige la opción asimétrica, habitual en los espectáculos con orquesta o música enlatada que llamaremos, para abreviar, bailes, brazo y brazo no se encontrarán, pues cada uno avanzará en planos horizontales distintos, con fines y propósitos diferentes. En ambas modalidades, el abrazo se entiende completado cuando el sujeto de enfrente mueve brazo y brazo de similar manera, aunque la jurisprudencia del Tribunal Supremo dice, literalmente, que no es necesaria su participación en los casos en los que el sujeto sufre una lipotimia o llora desconsoladamente. Y mucho ojo con el abrazo medial o instrumental, nos advierte la doctrina, en el que no hay separación de pelvis, pues se considerará completado pero fallido si los torsos no se juntan y los labios no se sellan a continuación.

Dicho esto, ante las numerosas peticiones expresadas en las redes, nos vemos obligados a definir el no siempre distinguible momento en el que debe darse por terminado el abrazo y brazo y brazo deben despegarse del sujeto. En este caso el abanico de modalidades es múltiple, siendo la palmada la más concluyente, el arrastre hacia abajo la más arriesgada, la suelta inmediata la menos reconfortante y el arrastre en caricia a través de los carrillos, con parada para eliminar una pestaña fuera de sitio, la más tierna y cursi a la vez.

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