De romanos y dioses

Avanzar en paralelo en dos lecturas tan diferentes como Rubicón (Holland, T. 2003) y Homo Deus (Harari, Y.N., 2015) no ha sido tarea sencilla. Saltar de los avatares de la Roma republicana a lo que nos augura el futuro como siguiente eslabón de la evolución, ha exigido rebasar un abismo de más de dos milenios, puesto que si la conquista del mediterráneo y las continuas luchas por el poder en torno al Foro o el Campo de Marte nos hablan de nosotros mismos en cuanto humanos; de nuestros anhelos, temores y ambiciones, el planteamiento de un futuro gobernado por información procesada e individuos mejorados biogenéticamente, nos relega a la condición de especie gregaria.

Homo Deus pone en cuestión los fundamentos que sustentaron la República, el Imperio, los reinos medievales, los estados-nación, los estados liberales y su posterior evolución en estados sociales y democráticos. En una lectura conjunta de esta obra con la anterior del mismo autor, Homo Sapiens (2011) uno se da cuenta de cómo unas cuantas ficciones (dioses, dinero, humanismo homocéntrico, liberalismo) tejieron una red de sentido que permitió a las sociedades de Homo Sapiens Sapiens gobernar el mundo gracias, precisamente, a este mayor grado de cooperación (y no a una superioridad moral o a un designio universal divino).

Regresar a Rubicón, al libro, pero también al riachuelo que marcaba una suerte de frontera entre el sostenimiento de la legalidad republicana y el inicio de una guerra civil en suelo italiano, supone un viaje de regreso del “logos” al “mito”. En el recorrido de casi seiscientos años que lleva a cabo Tom Holland en esta obra, se repiten las explicaciones basadas en interpretaciones subjetivas, búsqueda de la gloria personal, adecuación a las predicciones de la Sibila, asuntos de cama y trastienda, deudas clientelares,… Los grandes hombres del período lo eran por ser los mejores y más valientes en el campo de batalla (Mario, Sila, Pompeyo, César, Antonio), los más brillantes oradores en el Senado y el Foro (Hortensio, Cicerón) o los que mejor representaban los valores tradicionales del buen romano (Catón). La de Roma es, en definitiva, la leyenda (porque así deben ser interpretadas sus fuentes, muchas de ellas escritas dos siglos después de los hechos) de unos cuantos hombres observada desde el prisma del más primitivo e ingenuo humanismo y sostenida sobre una superioridad militar (de organización y cooperación, en definitiva) que no dudaron en extrapolar a los campos de la ética, la religión y las costumbres.

Nada de lo sucedido en las tierras de Hispania, en el Delta del Nilo o en la lucha contra Mitrídates por las riquezas de Oriente, tendría sentido en nuestros días. Lo tuvo hasta el siglo pasado, cuando la política avanzaba más rápido que la ciencia y los discursos imperialistas seguían campando a sus anchas entre una población notablemente desinformada que si no creía a la Sibila, sí, en cambio, podía atender a los discursos de Goebbels, Fidel Castro o Pío XII durante horas o acudir a la guerra a defender causas «nobles» y «justas» como la superioridad de la raza aria o las ideas de capitalismo o comunismo. En cambio, en el panorama que dibuja Yuval Noah Harari, poco tendrán que decir los viejos monopolizadores del discurso, la política y sus métodos arcaicos de subyugación. Ni siquiera las pasiones humanas ancladas en un individualismo que nos hace seres únicos no por una suerte de superioridad concedida por un universo –ciego y sin propósito–, sino por el valor que hasta ahora hemos aportado al conjunto de las sociedades.

Homo Deus plantea un futuro postliberal en el que los avances científicos dejarán obsoleta la noción de libre albedrío (invento racionalista del que han derivado eslóganes como el “votante y el cliente siempre tienen la razón” o “la belleza está en los ojos del que mira”) al comprender que todas nuestras decisiones responden a un conjunto de procesos electroquímicos que nunca son libres. La tecnología ha puesto de manifiesto cómo nuestro “yo narrador” toma decisiones y el autor utiliza para ello una metáfora bastante gráfica: El yo narrador se acerca a nuestras experiencias con un par de aguzadas tijeras y un grueso rotulador negro.

La ciencia hace tambalear los postulados del humanismo contemporáneo negando la existencia de identidades únicas y libres. Además, el autor se sirve del ejemplo de muchos dispositivos que condicionan nuestra voluntad hasta el punto de anularla (GPS´s). Por otro lado, la búsqueda de la eficiencia en los procesos, hacen de la inteligencia sin conciencia (coches inteligentes, dispensadores de medicinas inteligentes,…) una verdadera amenaza para numerosos puestos de trabajo. A su vez, las mejoras en la ingeniería genética, plantean la posibilidad de una raza mejorada de humanos, cuyos niveles cognitivos y sus capacidades trasladen una brecha, que hasta ahora era solo económica, a campos íntimamente ligados a la existencia.

Por último, Homo Deus nos habla de una segunda revolución cognitiva y del dataísmo como religión del futuro. Esta define al individuo como conjunto de algoritmos y las sociedades como redes de procesamiento de datos que eliminarán nuestra individualidad y erosionarán nuestro valor. Algoritmos no conscientes, pero inteligentísimos, pronto podrían conocernos mejor que nosotros mismos y, en principio, ello podría acelerar la búsqueda de salud, felicidad y poder, pero, ¿qué pasará si la autoridad pasa de los humanos a los algoritmos y cuando abandonemos la concepción homocéntrica del mundo? Puede que la salud y la felicidad humanas se tornen irrelevantes. Al fin y al cabo, para entonces seremos procesadores de datos inservibles, con conciencia, sí, pero mucho menos inteligentes y útiles para un sistema que ya para entonces nos habrá devorado.

No sé si coincidirá conmigo, pero asusta pensar que Homo Deus se escribió solo 2.000 años después de la muerte de Octavio Augusto. Desconozco su edad, pero puede que usted y yo hayamos nacido siendo romanos y adorando a césares y, en cambio, muramos siendo datos y alabando a dioses desprovistos de conciencia o a humanos biogenéticamente mejorados. Y poco o nada, además de reseñas como esta, podremos añadir.

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