A propósito de Fran Perea

“Si nunca fue nueva y nunca envejece, es una canción folk”. Esta frase, pronunciada al inicio de la película A propósito de Llewyn Davis (Hermanos Coen, 2013), me abordó de un modo súbito y violento hace unas cuantas noches, justo en el momento en el que decenas de móviles se alzaron al viento de Salamanca para grabar las últimas notas de un concierto de Fran Perea: la canción “uno más uno son siete”, compuesta por Mikel Erentxun, con la que se hiciera famoso hace más de quince años por ser la banda sonora de la serie Los Serrano.

Viendo al artista malagueño fotografiarse junto con los dos músicos que lo acompañaban en una gira patrocinada por una marca de cerveza, dando las gracias a las cien personas que se congregaban alrededor de un escenario improvisado, muchas de ellas sentadas en terrazas, quise romper el lazo de seguridad que lo separaba de su público para darle un fuerte abrazo. Fue una lástima comprobar que no existía tal cordón, lo que volvió inútil mi deseo: burlar al encargado de seguridad, un hombre orondo que sudaba hasta por la rótula, hubiera convertido mi sincero intento de consuelo en un gag de Benny Hill.

Igualmente, aunque por distintos motivos, deseché la idea de dar un abrazo a todos los que habían acudido al concierto, especialmente si habían llegado puntuales aun a sabiendas de que el hit que habían ido a escuchar tardaría una hora y media en sonar. Ellos habían aceptado tener que tararear diez o quince canciones nuevas como uno se permite avanzar por una sala de cuadros desconocidos antes de llegar a ese lienzo cuya belleza justifica la visita al museo y llena de fotos el álbum familiar.

Contaba Joaquín Sabina, que tanto a él como a sus compadres Pancho Varona y Antonio García de Diego les preocupaba mucho que pasaran los años y su público siguiera siendo el mismo, que sus canciones hicieran eco, únicamente, en los oídos de una generación muy concreta. El miedo se desvaneció con la publicación de Juez y parte (1985), en cuya gira comenzaron a concitarse, junto a los de siempre, los hermanos pequeños y los hijos mayores. Pero el miércoles no era así. En torno al edificio del mercado central de Salamanca estaba reunida una pandilla de nostálgicos a caballo entre la veintena y la treintena que sonreían para sí pero no cruzaban sus miradas. Por su actitud nerviosa y el constante movimiento de sus pies, pude deducir una suerte de placer culpable: les encantaba aquella canción, les gustaba recordar su adolescencia, pero debían estar en cualquier otro sitio, ejerciendo con responsabilidad su recientemente estrenada categoría de personas adultas, practicando aficiones más decorosas, escuchando música de verdad en el salón de sus casas.

Pensé en seguir a alguno de ellos. Me apetecía descubrirlos en el instante en el que las apariencias dejaran de importar, desatando su euforia con el puño cerrado y los nudillos a punto de escaparse de la mano; o dando saltos, tal vez, alrededor de la fuente de una pequeña plaza cantando a voces los acordes de la canción, imitando a Resines, Belén Rueda o Jesús Bonilla. Pero me quedé esperando al artista, al creador de un sinfín de temas en cuyo proceso hipoteca el sueño y parte de su alma, al músico que abraza el nomadismo por filosofía para terminar cada concierto con la misma versión de una pieza que ya no le representa, que no es sino un fósil reciente, un fragmento amarillento de un pergamino que quisiera enrollar y no puede. Cuánta poesía reposa en el sublime arte de la resignación, pensaba, mientras el cantante brindaba (con jarras de cerveza de una marca distinta a la que lo patrocinaba) con los dos jóvenes músicos que lo habían acompañado: “quién me lo iba a decir (lara-lara) que era tan fácil ser feliiiiiiz”.

4 Replies to “A propósito de Fran Perea”

  1. ¿Algo que decir de las nuevas canciones?
    ¿Escuchaste algo aparte de tu PREjuicio?
    ¿Conoces el compromiso de Fran con la cultura?
    Una pena que siga habiendo gente como tú que se cree con derecho a juzgar a artistas que ni si quiera conoce… ni conoces nada de su carrera, ni has ido una sola vez a verlo al teatro (tú que presumes de persona culta), y por supuesto, el otro día ni siquiera te preocupaste de escuchar todo lo que hubo antes del 1+1… Los prejuicios no son propios de personas cultivadas, que se preocupan de documentarse antes de emitir un juicio.

    1. Tienes toda la razón, Lola, me disculpo. Como todo texto, este también dice más de su autor que de las personas que menciona. En cualquier caso, no logré que se leyera como lo que pretendía ser, es decir, un relato de ficción basado vagamente en hechos reales cuyos principales temas tendrían que haber sido: A. Cómo un tema evoluciona en clásico, al margen de los propios deseos y del control de su autor o intérprete y, precisamente, B. La supervivencia de los clichés a la hora de juzgar el acto creativo o, lo que es lo mismo, «no es lo que cuentas, es lo que yo escucho y cómo lo que cantas me representa».

      Pero no lo conseguí, y encima pude ofender, lo lamento. Muchas gracias por el comentario.

  2. Han pasado 15 años de Los Serrano y de la canción 1 más 1, pero lo tenéis a fuego grabado. Le dáis importancia a una canción que fue cabecera de una serie, sin más. Aquella serie vista por personas de todas las edades.

    En tu comentario se nota y bastante, el asco que te dan esas personas que han ido a verlo actuar. Juzgando y menospreciando sin tener ni idea, la misma idea que tienes de la carrera profesional que tiene Fran Perea. Ha llovido mucho, pero muchísimo desde entonces, te invito a que te informes y leas sobre su vida.

    Por cierto, gradúate la vista, que aunque veas que las jarras no son de la marca de la cerveza, los dos músicos que lo acompañaban no eran muy jóvenes que digamos…uno de ellos es Víctor Elías y otro Alfonso Samos, que debe rondar los 50 años.

    1. Muchas gracias, Ana, por expresar tu opinión, y disculpa si el texto, como dices, peca de todo eso que apuntas, que es lo más probable. Al leerlo como tú misma lo describes, «un comentario», entiendo perfectamente que te parezca un juicio grosero y poco documentado. Lo que más lamento es que no se concibiera como un relato de ficción (algunas cuestiones ni siquiera sucedieron) y haber causado malestar por ello. Tomo nota de cara al futuro, pues para poder expresar prejuicios, materia prima de la literatura del «yo», compruebo que no es necesario mencionar personas reales que aúnan una serie de valores artísticos y personales con los que muchos y muchas os veis representados.

      Aun así, como decía en el anterior comentario, los temas principales del relato querían ser otros: «la popularización de un tema al margen de su autor o intérprete» y la convicción de que el arte no es tanto lo que emana de la pluma, pincel, boca o guitarra de un creador, sino lo que se recibe y lo que representa a ojos u oídos de un lector o espectador.

      No lo conseguí y lo lamento. Lego un texto fallido y me llevo un jugoso aprendizaje gracias, principalmente, a comentarios como el tuyo.

      Un saludo y, nuevamente, mis disculpas.

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