Tiempo para los pájaros. Un paseo con Celia Corral

Qué difícil es ser Celia, el personaje de Tiempo para los pájaros (Traspiés, 2020) en medio de este largo invierno que atravesamos, con independencia de lo que diga el mercurio, aunque hoy mismo nos abrasemos en esta estepa árida e inhóspita. Qué difícil ser tan sensible, inteligente, perspicaz, olfativa… Y qué fácil, en cambio, expresa esta dificultad, con qué ritmo tan preciso nos mueve por todos los rincones de Salamanca, que son también los de su alma, pues en ella terminó de madurar este fruto inigualable y señalado de los valles cántabros.

 

Celia, el personaje (aunque a veces se confunda con la autora), es idealista y entusiasta, lo dice su eneatipo. Optimista por naturaleza, vegetariana “autodescubierta” y un tanto ensimismada, de ahí que disfrute tanto paseando y observando, creando mundos donde a priori solo hay frías estampas, seres rudos y antipáticos que, por más entrenados que estén, no alcanzan, como ella, a comprender el invierno.

 

Al invierno y al monstruo que habita en todos nosotros, sobre el que dice tener escrita una novela que decidió guardar en el cajón, Comprender a Goliat. No estaría bien justificar la maldad, ni siquiera explicarla desde la empatía y la comprensión con quienes ejecutan acciones viles porque no saben hacer otra cosa, porque nunca les enseñaron a hacer otra cosa. O porque nacieron con el corazón ennegrecido, ¿qué culpa tienen ellos? Sabe la Celia autora que compartimos su padecimiento, pero que debemos guardar silencio. Es muy fino el hilo que va, como afirma la Celia personaje, del abuso socialmente aceptado a la violencia desatada, furibunda y mortal.

 

Pero decía. Es muy difícil ser Celia y muy fácil, sin embargo, estar a su lado. Lo sabe Rober, su pareja, ese complemento tan diferente a ella y con el que comparte “una cosmovisión compatible en lo esencial”. También todos los nombres que van apareciendo a lo largo de este relato en tono confesional que sirve de altavoz para la generación de la que muchos formamos parte, entre otras cosas porque Celia escucha tan bien como observa (y solo un poco peor de lo que huele, para su desgracia) y su discurso es en cierta medida el de todos los personajes con los que toma café o simplemente pasea.

 

Amigos con los que pasea largo rato en silencio, apreciando la existencia de secretos, o su mera apariencia. El misterio que rodea al propio misterio. A los que pone en aprietos cuando no puede contenerse y pronuncia al fin alguna de esas paradojas que la remueven por dentro, sobre todo si percibe el peso de lo moral, de lo humano. Como le sucedía a Terencio, tampoco para Celia nada de lo humano le es ajeno.

 

Pero hablaba de las paradojas, de la brillante e insólita manera en que resuelve Celia todas las contradicciones en las que se adentra con tal facilidad que a uno le da por pensar que cuenta para salir con el hilo de Ariadna. Boquiabierto disfruté de la lectura de muchas de ellas, de su planteamiento y su resolución, aunque a Celia le gustan los finales abiertos.

 

Finales abiertos que, como su gata, otean, a través de los cristales, la posibilidad de los tejados, de otras vidas y otros mundos en los que Celia tal vez hubiera podido vivir de diferente manera pero no necesariamente más feliz. Entre otras cosas porque ahora lo es, madrugando y recuperando la entrevista de La Resistencia, compartiendo contenido audiovisual con Rober, a quien le lanza más de un SOS para que salga al rescate de sus pensamientos con su mayor sabiduría práctica. También con sus alumnos de español, a quienes les cuesta un chiste cada día engolando la voz cuando este llega a su punto culminante. Y escribiendo.

 

Escribiendo cuando llega la idea, sea la hora que sea, desde un yo que es un nosotros y desde una habitación que podría ser la nuestra, bajo la misma luz tenue de una lámpara, así me la imagino, observada por unos peluches que miran con vértigo al suelo de la habitación, el territorio de Cersei, la gata que supervisa la novela y que nos acompaña a lo largo de este paseo literario con Celia Corral, un Tiempo para los pájaros que puede ser también el tuyo y que te parecerá demasiado breve. Un título magnífico que ya estás tardando en leer. 

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