These little town blues

No es necesario que empiecen a difundir la noticia, pero I´m leaving today. Con zapatos de vagabundo, aunque no precisamente a Nueva York, ni siquiera lejos, ni a un contexto radicalmente distinto. En fin, simplemente quería hablarles de these little town blues.

 

Debo reconocer que, aunque en el futuro quisiera dedicarle tiempo a su estudio, desconozco cómo funciona el mecanismo de la nostalgia, el anhelo del hogar, sea este un lugar concreto, un tiempo pasado; una morada física o espiritual. Ni siquiera sé si afecta a todo el mundo por igual, creo que no, aunque ciertas campañas publicitarias me inducen a pensar que empieza a ser un sentimiento mayoritario. Tampoco sé si se cura con nuevos amores ni si lo que buscamos, después de todo, en ese recuerdo, es la libertad.

 

“My little town blues” es un recopilatorio de escenas recorridas por diferentes personajes y rodadas en diferentes enclaves de la ciudad. Las mejores, sin duda, ocurrieron cuando no éramos conscientes de estar actuando e ignorábamos que una cámara estaba registrando aquellos fotogramas que hoy revisamos en la sala de la memoria, donde aún existen los cines que cerraron y nuestros amigos miden metro cuarenta. Solo durante la infancia, con su atención selectiva, y también en determinados momentos de euforia (celebración, enamoramiento) pudimos ser nosotros mismos, desembarazarnos del miedo, las dosis contraindicadas de tradición y respeto a las costumbres y las leyes injustas.

 

El problema es que siempre busco en el pasado aquella llama. Y no lo hago buscando una receta o una fórmula a reproducir, sino anhelando un súbito viaje a ese tiempo, una regeneración de mis células y tejidos, el regreso de los que se fueron, la resurrección de los que ya no están. Por ello acepto que en ese mundo los coches sean más frágiles, las calles estén más sucias y las iglesias luzcan abarrotadas los domingos: pagaría alegre el precio de un bolsillo vacío, sin dinero, tarjetas o teléfono.

 

En cada ciudad que no puede ofrecer un futuro a los suyos se abre una herida, también en cada país que ve marchar a un compatriota. Por otra parte, nuestro compromiso con el éxito profesional, la culminación de las expectativas, la recreación de un determinado estatus social, ha terminado con los vínculos originales, los que nos mantenían unidos a la familia y a la tribu de un modo mucho más natural. Así, mientras avanzamos peldaño a peldaño por la escalera de la autorrealización, aceptamos relaciones a distancia, que sean otros los que críen a nuestros hijos y que nuestros padres mueran solos o agonicen en una residencia; que nuestros amigos sean solo una tarea más de las muchas pendientes, que la sabiduría que ofrecen el planeta y los libros nos roce sin ni siquiera empaparnos.

 

Cada día libramos nuevas guerras laborales y profesionales, ponemos en juego nuevas ambiciones descontando todo lo cosechado. Nuestros silos están vacíos, o así los apreciamos, aunque el grano rebose los sacos. ¿Cómo no vamos a extrañar el hogar, el abrazo materno y aun las riñas y pequeñas discusiones con los hermanos o primos? Aunque hoy entone el I´ll make a brand new start of it estoy seguro de que these little town blues are not melting away.

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