Reglamento 1/2018 del saludo en la calle

Al vecino palabras amables en la proximidad del portal. Fingido gesto de sorpresa en esa ocasión donde no esperabais encontraros. En cualquier otro lugar “hola” o “hasta luego” solo si hay algún motivo de complicidad: una enemistad compartida o el padecimiento de los mismos ruidos.

Al compañero de trabajo una chanza sobre su ubicuidad, un comentario sutilmente irónico sobre la fortuna de veros fuera de la oficina, colegio o club nocturno.

Al cura que te comulgó, saludo gestual desde la otra acera, a la que habrás cruzado unos segundos antes. Ello salvo que quieras un discurso condescendiente por tu aconfesionalidad –reconozco su incompetencia para curar almas, pero desconfío de su capacidad para echar maldiciones. Nota al pie: cuidado si pretendes hacer lo mismo con los Testigos de Jehová. Ellos también cambiarán de acera.

Al rollo de una noche (a partir de la mañana del día siguiente) una elocuente mirada que demuestre tu buena memoria y lo consciente que eres de tu propia frivolidad.

Al amigo de un amigo, al que conociste en un bar de copas durante una fiesta multitudinaria en una gran ciudad, tan solo actitud de alerta, por si te reconoce y es él quien abre fuego. Recuerda, una borrachera en común no es motivo para detenerse y entablar conversación. Ninguno de los dos sabe cómo llegó a casa aquella noche, y esta simple coincidencia no da para más.

Al amigo de un amigo, al que conociste en una verbena durante una fiesta popular de verano, el mismo trato que al amigo, según la costumbre local.

Al abogado, corredor de seguros o cualquier otro profesional liberal cuyos servicios hayas contratado en los últimos veinte años, mirada perdida y móvil a la oreja. De lo contrario habrás incurrido, repentinamente, en algún ilícito administrativo, empezará a parecerte peligrosa la maceta que cuelga del balcón y estarás dispuesto a regalarles otros dos o tres mil euros por hacerles el trabajo.

A tu ex, si hay hijos y papeles por medio, un “hola, qué tal” y un “me alegro” –sorprendentemente a todos tus ex empezará a irles bien a raíz de dejarlo contigo. Lo mismo si aún tienes los discos de Springsteen en su casa. Una vez recogidos estos ya puedes murmurar lo que de verdad piensas. No se atreverá a preguntar si dijiste “musa” o…

Al profesor de primaria, cualquier fórmula habitual seguida de toda una serie de datos entre los que debes incluir el año de tu promoción y el nombre de los dos mejores compañeros de clase. Ello si deseas que te reconozca.

Al psiquiatra o psicólogo un gesto en clave previamente acordado por ambos para salvar la confidencialidad de vuestra relación profesional, esa que a ambos abochorna: a ti por la incomprensión de una sociedad enferma que no concibe la anomalía psíquica y a él (o ella) por no reconocer en público que no tiene ni idea de qué hacer contigo.

Al deportista, actor o cantante famoso, salvo excepciones, actitud especular, es decir, prepotente indiferencia.

Al poeta un “hola, cómo estás, me fascinó tu última novela”. Tú te irás sonriente a casa y él henchido de orgullo. Dejará de escucharte tras procesar la palabra “fascinó”.

Al lector de este reglamento, por haber llegado al final, un “gracias por su tiempo” y el humilde consejo de emplearlo mejor a partir de ahora.

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