Notas para otro epílogo no necesario

Cuando escribir es algo más que un oficio. Cuando escribir es solo una mera necesidad, simplicísima, como la vida misma. Con estas palabras comenzaba el epílogo titulado Notas para un epílogo no necesario escrito por Vicente Rodríguez Manchado para la obra Madrid, Nueva York, Logroño, con fecha del 9 de agosto de 2020. Aquel verano compartimos muchos cafés, varios paseos, algunos pasajes realmente amargos mientras Vicente renegaba de la mascarilla, apostataba del estado y la sumisión a sus normas. Aquel verano estaba exuberante, extraordinariamente alegre por fuera y triste ─los que lo tratábamos lo sabíamos─ por dentro.

Hoy Vicente se ha ido como si al irse no se fuera, parafraseo así el último verso de su poema Como si nunca que hoy traía a la memoria un buen amigo. En nuestro caso, el de sus compañeros de fechorías nocturnas; poemas, copas y futbolines, su presencia era más simbólica que corpórea, de una densidad casi imperceptible, pero de una hondura que deja huella. La huella del que nunca se va del todo, del que abandona, tal vez voluntariamente, por los rincones en los que aparcó su sombrero gotas imborrables de su perfume.

Sin poder hacerlo, hoy viajo mentalmente hasta nuestro café, el Alcaraván, en cuya banda sonora estará para siempre grabada su voz grave, algo impostada, con la que recitaba versos de poetas portugueses y poemas propios, de obras premiadas o escritos con urgencia ese mismo día, con esa facilidad que le caracterizaba. De temática naturalista o autobiográfica, con innumerables referencias y homenajes solo capturados por los más leídos, en forma de haikus, verso libre o hasta algún soneto, Vicente empleaba la poesía para trasladarse y trasladarnos de tiempo y lugar mientras nos ayudaba a cumplir el consejo de Cesare Pavese: «cultivar una vida interior de estudios, afectos e intereses humanos».

Decir que llegamos a conocerlo, al menos yo, es mentir o exagerar, no sé si ni siquiera pueden llegar a afirmarlo sus familiares más próximos, sus amigos más íntimos. Con él compartimos tiempo y poéticamente intentamos habitar este mundo que no terminaba de gustarnos. Ni el mundo ni esa patria chica llamada Salamanca en la que empezó a sentirse incómodo y que hubiera cambiado, y tal vez cambió en uno de esos períodos en los que desaparecía, muchas veces a causa de su enfermedad, por peregrinar sin rumbo fijo por su amada Portugal.

Todo en él era misterioso ─él debía haber sido el único e incomparable chico misterioso─ y Misterio ha querido llamarse, digamos que lo nombró así la musa, el último poema publicado en su muro de Facebook. Que unas pocas palabras, nos dice, conmuevan y provoquen al lector es el mayor misterio de la escritura. También de la vida, añado yo, de la vida que hoy la muerte se lleva, de tu vida, Vicente, plagada de misterio y de una poesía que, lejos de querer descifrarlo, ahondaba en él, lo abonaba y regaba para hacerlo aún mayor.

Se fue el poeta, quedan sus versos y su misterio. Se fue como si al irse no se fuera. Y allá donde esté, si es que está, algo que tampoco sabremos, seguirá escribiendo poemas y epílogos no necesarios. Tan poco necesarios como este. Tan brillantes como el que tuvo a bien regalarme para mi segunda obra.  Sirvan estas palabras como agradecimiento al compañero, tributo al poeta y como abrazo eterno para toda su familia.

3 Replies to “Notas para otro epílogo no necesario”

  1. Así como lo relatas , lo siento yo. Siempre amable, siempre misterio.
    Allá dónde estés .
    Un abrazo
    Carlos de Dios

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