Hay un lugar en Madrid, entre Cibeles y Puerta de Alcalá, en el que, entre los cañones de cerveza y las máquinas de café, se asoman mosaicos de importantes hombres de la cultura del siglo XX, la mayor parte escritores. En mi ciudad de adopción, Salamanca, las tabernas irlandesas llevan epónimos de canciones folclóricas o hacen referencia explícita a algún elemento relacionado con su tradición católica, pero ninguna honra a su escritor más universal (que me perdonen los amantes de Wilde y Bernard Shaw). El James Joyce (Calle Alcalá, 59), donde también se programan noches de micrófono abierto, no deja de ser un pub, un lugar idóneo para seguir el fútbol, el rugby o el golf con una pinta en la mano y buenos amigos alrededor. Sin embargo, para quien viaja siempre con un portátil en la mochila y una libreta en el bolsillo, este bar también se ofrece como oficina ambulante en la que poner en orden las ideas. Sus bancos de madera tapizada son el abono perfecto de relatos y poemas.
Hace pocas fechas, dos profesionales de Televisión Española, José Ángel Carpio y Juan Manuel Cuéllar, me citaron allí para contestar unas preguntas y grabar unas tomas con vistas a la elaboración de un reportaje (os invito a verlo haciendo clic aquí) en el que, a propósito del entonces cercano Día del Libro, varios escritores noveles comentamos las dificultades de publicar una primera obra y, más aún, de darla a conocer dentro de un mercado, el editorial español, que lanza al mundo más de ochenta mil libros al año. Ello en un contexto en el que la lectura ocupa un lugar cada vez más marginal dentro de las actividades de ocio y los focos de atención de una población que teme cada vez más los procesos de pausa y reflexión que exige y procura, respectivamente, el acceso a la literatura.
Lo cierto es que los esperaba más equipados, portando a hombros una cámara enorme y unos focos que suplieran el déficit de iluminación del local. Pero no, la tecnología audiovisual avanza a alta velocidad y toda la logística quedó reducida a un moderno teléfono, un pequeño trípode y un micrófono. Fueron muchas, eso sí, las pruebas hasta encontrar el lugar apropiado, como muy necesarios fueron los consejos que me dieron para contestar a las preguntas y sentirme cómodo delante de la cámara (por más que el objetivo de un móvil no intimide tanto), algo que no resulta sencillo cuando el ambiente en el que a uno le gustaría pasar los días es el de una oficina tranquila, sentado frente a la pantalla de un ordenador.
Pero no nos engañemos, por solitario que pueda llegar a ser el oficio de escribir, todos aspiramos a que sea el germen de un acto de comunicación, el inicio de una conversación en la que el autor habla por medio de la historia y el lector escucha a través del eco de su pasado, sus creencias y viejas lecturas. Para que pueda llegar a producirse esta cita, este encuentro íntimo en la distancia, ayuda mucho contar con oportunidades como las que me brindó Televisión Española, al mando de Jose y Juanma, aunque pusieran a prueba mi natural timidez cada vez que me hacían volver a rodar una toma en la que entraba al bar, avanzaba hacia el final de la barra y pedía un café que, por supuesto, nadie serviría. En fin, ojalá algún día pueda llegar a decir que no son más que gajes del oficio.
* El video de esta breve entrevista fue publicado originalmente en el timeline de twitter del canal 24 Horas de TVE en https://twitter.com/24h_tve/status/988392028072566786