Estrellas fugaces

Cuando las partículas desprendidas del cometa Swift-Tuttle toman contacto con la atmósfera de la Tierra entran en combustión produciendo, antes de extinguirse, un destello. Este fenómeno, que puede ser observado en el cielo nocturno del hemisferio boreal durante los meses de julio y agosto, alcanzará su máxima intensidad y frecuencia esta próxima noche, momento ideal para acercarse a lo alto de un monte, o a una cala perdida, para admirar el fenómeno y formular –ya lo saben, no soy supersticioso por si da mala suerte– un deseo.

De un hecho científico como este destaca, entre todas sus características, la fugacidad, una cualidad concreta pero al mismo tiempo poética y abstracta. Tema recurrente de numerosos aedos, especialmente en alusión a la brevedad de la vida (memento mori, carpe diem,…), pero también de la juventud o la belleza, la fugacidad adquiere –qué paradoja– una omnipresencia no siempre consciente, una existencia tangible que hace que numerosos aspectos de la experiencia cobren un valor particular. Quizá sea la finitud la que los haga tan especiales.

Porque es fugaz el hambre, le siga el hartazgo o la muerte. Y la sed, por idéntica razón. Y la acción de la suerte, buena o mala, que pronto será argumento o excusa. No es otra cosa que un destello la sonrisa, la natural, la que surge de pronto y de pronto se desvanece. Y el llanto, real o dramatizado –acaso más real.

Y el arte, llamado a perdurar, tal vez, pero condenado a morir tantas veces como se cierren las páginas de un libro o se retire la mirada de un cuadro. Y el amor, por supuesto, batalla forzosamente pacificada, artificio que se descubre a sí mismo ciego y torpe. No menos que el odio, fugaz por agotamiento del emisor y la causa.

Incluso la mentira, que no sobrevive a sus efectos, quienes a su vez dejan paso a nuevas derivadas de la verdad. O el miedo, pasajero multiforme, inmortal hasta que se somete a la experiencia que lo banaliza y lo sitúa en la esfera de lo fútil, de la que tampoco debieron salir los símbolos, creaciones tan estúpidas que reclaman, a veces con éxito, la compasión de sus creadores.

Hambre, sed, fortuna, sonrisa y llanto; arte, amor y odio, mentira o verdad, miedo y todo aquello que los simboliza. Fugaces todos, como fugaz es también la palabra. Como lo son sus actividades corales en forma de narraciones que surgen en lugares de paso para ser leídas en un instante y dejar preguntas, u opiniones, o críticas, esencialmente fugaces. Como estrellas de Bagdad.

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