Daniel Escandell y sus múltiples avatares

No sé cuál de los avatares de Daniel Escandell Montiel (Ibiza, 1981) se encontraba sentado en la última mesa del café de la Gran Vía en el que nos habíamos citado la tarde del viernes. Como era de esperar, este ser polifacético, experto –por abreviar mucho– en humanidades digitales, pudo encontrar, en los quince minutos de retraso que acumulé buscando aparcamiento, una buena oportunidad para tomar una lectura y abstraerse del ruido procedente de la mesa contigua, una tertulia improvisada en la que las voces pugnaban por imponerse las unas a las otras, ignorantes de los beneficios de la reflexión serena.

La publicación de su última obra, Mi avatar no me comprende (Delirio, 2016), pretendía ser una excusa para un encuentro que yo llevaba mucho tiempo deseando. Como descubrí al ser su alumno durante el Máster de Creación Literaria de la Universidad de Salamanca, Daniel es ese tipo de personas que siempre dejan abierto el final de los capítulos. Por larga y distendida que sea la conversación, permanece la seguridad de que esta siempre debió ser más larga, abordar una nueva cuestión o punto de vista. Sin embargo, la obra recién publicada se convirtió en la gran protagonista del encuentro. No en vano, este repaso sistematizado en forma de bestiario por todas las perversiones relacionadas con la identidad y la ineludible narrativización del yo, daría para días enteros dedicados a su exégesis o discusión.

De cualquier manera, y dado que, en su caso más que en el de ninguna otra persona que conozco, cada libro, reseña o artículo publicado son el resultado de un largo proceso de formación e investigación, no conviene pasar por alto una hoja de vida que uno solo podría calificar de asombrosa. De ello empezamos a hablar nada más tomar asiento. Así, recordamos la columna semanal en el Última Hora de Ibiza y Formentera –con solo 18 años–, la colaboración puntual en Última Hora Radio y en COPE Ibiza y sus múltiples aventuras editoriales. De hecho, como director de la Revista Caracteres: Estudios críticos y culturales de la esfera digital y miembro de consejos de redacción en editoriales (Delirio) y revistas internacionales, se hizo necesario llevar a cabo un alto en el camino que Daniel aprovechó para reconocer que, de esta labor de edición, lo que más le satisface es poder estar al corriente de lo que se está investigando en esa disciplina de fronteras difusas que son las humanidades digitales, esa suerte de confluencia de los estudios científicos y culturales que debe generar un conocimiento nuevo de costuras invisibles y claramente enfocado, tanto a mejorar la experiencia vital, como a dar respuesta a preguntas que el hombre viene haciéndose desde antiguo.

Al blog, como molde de textos literarios, le augura aún una década de existencia. También a las redes sociales, en cuanto que mecanismo de alimentación del ego, aunque puedan ver modificados sus interfaces o soportes. A reflexionar sobre el modo en el que los nuevos medios modificaban el acto de creación y recepción literaria, le dedicó varios años de investigación que culminaron en una tesis, cuyo producto en forma de libro llevó por título Escrituras para el siglo XXI. Literatura y blogoficción (Iberoamericana-Vervuert, 2014). En ella se concluye que, la llegada de estas bitácoras virtuales que son los blogs y los muros de las diferentes redes sociales, vinieron a alterar no solo el envoltorio, sino, también, los modos de escritura y producción textual.

Del lugar donde surge el arte, de su materialidad física, pero también del aura invisible que lo envuelve, se ocupó, en un trabajo a cuatro manos junto a Fernando Rodríguez de la Flor que llevó por título El gabinete de Fausto (CSIC, 2014). En esta obra, para la que muchos escritores fueron entrevistados, se reflexiona sobre la redefinición del espacio que supuso la irrupción del ordenador portátil, que vino a hacer del escritorio, tradicionalmente un rincón revestido de un fetichismo casi mitológico, un (no) lugar indefinido, que igual puede ser una cafetería del barrio que una habitación de hotel en Kuala Lumpur.

Y, finalmente, si dejamos de lado su faceta más creativa que ahora cultiva, principalmente, en el género dramático, tenemos la obra cuya lectura dio pie a este encuentro: Mi avatar no me comprende. Un libro que te pone en guardia ya desde su subtítulo: Cartografías de la suplantación y el simulacro. En su origen hay una obsesión tan antigua como el hombre, reconoce el autor sin ningún pudor, del mismo modo en el que apunta, como uno de los grandes méritos de este ensayo, el hecho de que el repaso por todas las formas de enmascaramiento, dobles identidades, apropiación de cuerpos,… venga expuesta en forma de bestiario y no siguiendo un criterio cronológico que, sin duda, hubiera despojado a la obra del dinamismo del que puede presumir.

De todas las perversiones, que en realidad no lo son, pues está en el instinto de supervivencia del hombre adoptar diferentes identidades/personalidades, Daniel se queda con los creadores de autómatas, una cuestión que sienta sus bases en la mitología y que, al mismo tiempo, nos recuerda a la figura del genio mecánico. Las inteligencias artificiales son el gran reto del futuro: la transferencia a otro cuerpo, trascender a la propia existencia biológica. Afirma, claro, que aunque se trate de una cuestión sumamente arraigada es ahora, cuando hemos descubierto las tecnologías que nos permiten modificarnos a nosotros mismos, cuando la crisis, en cuanto que sinónimo de transformación, más puede alterar nuestra concepción del mundo. El péndulo se acelera.

A esta aceleración ya le había dedicado la ficción numerosos capítulos de serie, novelas y películas de mayor o menor trascendencia o maestría. Leer Mi avatar no me comprende es viajar sin itinerario fijo entre los paraísos mitológicos y los nuevos hitos de la cultura Pop, referencias predominantes en la obra; desde Pigmalión hasta Star Trek pasando por Los Miserables, sin olvidarnos, tampoco, de Dragon Ball. Todo para cerrar una labor que ningún otro trabajo había abordado con tal profusión de ejemplos, con tanta precisión y sistemática. Y sin aburrir.

Porque en este libro encontraremos un ensayo desprovisto de los arneses más académicos, pero, por supuesto, nada banal en la elección y elaboración de los contenidos. En Mi avatar no me comprende no queda expuesta una tesis evidente, una visión determinada de la cuestión, pero sí la personalidad de un autor –o una de ellas– que sigue librando batallas diarias para convertir su pasión en su profesión, para hacer que todas sus identidades se encuentren cómodas siendo quienes son y permitiendo, de paso, a cada uno de sus interlocutores, sentirse sumamente felices y agradecidos en su presencia. Gracias Daniel, quienquiera que fuera el tipo que encontré sentado en la mesa del café donde nos habíamos citado.

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