2023 o un pato en el Arlanzón

Despedimos 2023 impecablemente vestidos, ataviados para una ocasión que, como cualquier otra, se repite una sola vez al año. Celebramos que, después de tiempo sin vernos, hoy estamos juntos cumpliendo con la tradición, brindando con una copa de champán o cava. O sidra.

 

Algunos hacen balance, otros apenas podemos distinguir qué corresponde a este y qué a aquel otro llamado 2022. En la mente se difuminan las fronteras temporales, se llenan de niebla los recuerdos y habitualmente se endulza su sabor y cualquier trabajo pasado pasa a ser una ligera carga que condujo a un aprendizaje en una asombrosa maniobra de supervivencia de nuestro cerebro.

 

Día a día se nos amontonan las tareas, se rutinizan los procesos, se repiten las rutas hasta el punto de que no habitamos tanto ciudades o barrios como nodos y nudos, paisajes que se suceden y solapan distorsionando nuestra percepción de la realidad, el concepto mismo de lo real. También son siempre las mismas personas las que nos rodean y contribuyen a configurar quiénes somos en la medida en que somos, fundamentalmente, gentes que se disfrazan de acuerdo con las necesidades de su entorno laboral y/o social, verdaderos camaleones que reclaman tener identidad propia ignorando que son los maniquíes de todas las marcas que usan y de las que son sus embajadores andantes.

 

Igualmente somos intérpretes de la realidad, cada vez más jueces severos de todo lo que nos rodea, sobre lo que siempre tenemos opinión experta. No queda espacio para fijar una mirada limpia sobre aquello que se nos presenta: sobre un plato o una desconocida. No indagamos con la lupa del detective, sino que proyectamos sobre todo lo que percibimos una luz roja que escanea un código previamente adherido a la piel del objeto o sujeto observado. Y si el código no encaja con el objeto, queremos que sea este el que se acomode al primero y no al revés en un orden de prioridades ostensiblemente enfermo.

 

También somos un incesante anhelo de todo lo que carecemos. Esperamos demasiado, damos generalmente poco y siempre menos a los que más nos dan que a los que más nos piden. Solemos equivocar la dirección de nuestros esfuerzos, los destinatarios de nuestros abrazos. Permanecemos ajenos al sufrimiento del desventurado siempre que no se cruce en nuestro camino. Disfrutamos, en cambio, de un gozo vicario que nos permite sentir como propios los éxitos ajenos siempre que podamos identificarnos con alguna de sus cualidades, aunque sea como aspiración.

 

Somos alguien que espera. Alguien a quien esperan. Un mensaje entrante y una respuesta aún no enviada. Una expectativa, sea solo potencial. Y mienten los que dicen no esperar nada. Y saben que es peor no ser esperado por nadie; que la última lámpara encendida en un bloque de edificios se apague antes de nuestra llegada.

 

De ahí que busquemos sustitutivos del amor en la ternura de los animales domésticos, en su incapacidad para la crítica, en su callada aceptación de todo lo que proyectamos sobre ellos, generalmente nuestras necesidades y carencias. O en amores pasajeros, encuentros furtivos que dejan resacas largas y recargan el deseo de nuevas reuniones sin compromiso.

 

En fin, todo es una moda, una tendencia alineada con los intereses de unos pocos que ya no se preocupan por la belleza formal de las antiguas guías de conducta. La Biblia, la Odisea, El Quijote, además de ejercicios mucho más ingenuos, partían de la fe (en Dios o en el hombre) y fueron el fruto de un delicado trabajo. Las tendencias actuales, los cánones contemporáneos de ética y estética, los panfletos políticos y religiosos son una mera ocurrencia de cuatro creativos a su mayor gloria.

 

Anochece por última vez en este 2023. El cielo azul claro se torna oscuro. Chocan las copas entre sí en los bares y tiembla de frío un pato que, en medio del Arlanzón, ignorante de los fastos, espera que, como cada día a estas horas, un niño le dé de comer. Un gato bien alimentado lo observa desde la ventana y bosteza.

One Reply to “2023 o un pato en el Arlanzón”

  1. Fantástico. Pero si quedafespacio para una mirada limpia. Siempre. Pero hay que buscarlo. Y ser consciente de ello gracias a palabras como las tuyas. Ch

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