De azul marino

Antes de nada, toca pedir perdón por el maltrato a una de mis canciones favoritas en lengua castellana, el himno de una época escrito sesenta años después de los hechos y lugares que describe. Este ejercicio sería muy distinto, pues se trata de ayudar a quienes dentro de sesenta años intenten encontrar palabras a un período, la actualidad, tan convulso. La generación que entendía a la perfección la letra de De purísima y oro está muriendo en los hospitales, mientras que otra, la que debía subirse a la vida allá por 2008, sigue esperando a que le retiren las piedras del camino, que se cumplan, o se manifiesten como posibles, al menos, las promesas que emplearon para educarlos. Por aquello del optimismo, empleo como leitmotiv, no una tragedia sino un día feliz, un 11 de julio de 2010 en el que el fútbol nos congregó en su particular plaza de San Pedro: los bares.

 

Academia de inglés y de alemán;

sabañones, remedios de la abuela;

eléctricos, sandalias con tachuelas;

el género repuesto, capataz.

 

Para el Congreso, traje de Inditex;

para el casino, niños con gallina;

para la Covid, rezos a María;

para las extranjeras, Rafael.

 

Para el socio del timo, cien papeles;

para el comisionista, las gabelas;

para el Orgullo, tangas transparentes

teñidos del color de las banderas.

 

Décimo año de crisis sin salida,

los autónomos cierran sin cesar

y en un avión la infanta cristinita

se embarca caminito de Ultramar.

 

Habían pasado ya los liberales,

habían rapado ya a la diosa Atenea,

cautiva y desarmada la ciudadana media

a la hora del parte y los seriales

 

Por Sol madrugaba el campamento,

al día siguiente hablaban los papeles

de Pablo, de Errejón y Monedero

 

Empuñando una pluma Dupont,

sentada en una mesa de oficina,

la Lagarde derrite con sonrisas

todo atisbo de recuperación.

 

Pelo corto estilo Ana Pastor,

seda china, escote dominico,

pueblo: le presento al neoyorquino,

lo dejo en buenas manos buen censor.

 

Y luego el paseo en limusina

y después la comida en Club Allard

y la noche del manso de Fuentealbilla

unos puros, pagan las tarjetas black.

 

Pachi, trae a la mesa dos botellas

que hoy siento la vamos a liar:

de azul marino, Andrés Iniesta

para el tiempo en la final del Mundial.

 

Habían pasado ya los liberales,

habían rapado ya a la diosa Atenea,

volvían a sus oficios las personas formales

al final de una larga cuarentena.

 

Por Sol recogían ya el altar,

al día siguiente hablaban los papeles

de Mourinho, de Rajoy y de Abascal.

 

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