La nueva ortografia

Abandonan, primero uno y luego el otro, la habitación del hotel. La coma, andarina y risueña, de camino a casa, para en una tienda de ropa y compra un sombrero en el ánimo de parecer un paraguas. El punto, de porte adusto, por recomendación de su psicóloga, se detiene en un cibercafé y abre una cuenta en Facebook. “Si tan solo dos puntos quisieran ser mis amigos –piensa–,  dejaría de parecer tan tajante”.

El punto y la coma se encontrarán días después con el paréntesis de una gran avenida por medio. Nunca más volverán a verse.

Deja un comentario